EDITORIAL

Desde hace muchos años el desarrollo de la ciencia en México ha estado bajo amenazas permanentes de diferente índole. A veces estas amenazas son generalizadas a todo el sector académico a través de políticas fiscales y otras veces son a través de políticas dirigidas a instituciones o sistemas en particular. En un artículo reciente se menciona el señalamiento hecho por especialistas del ambiente académico sobre la tendencia a la baja del país en los índices de competitividad en el ambiente empresarial. Si existiera correlación entre estos indicadores que sitúan a nuestro país en el lugar 79 de 141 en 2012 (cuando en 2007 ocupó el lugar 37) con el desarrollo de la investigación científica y tecnológica, entonces el panorama sería muy preocupante.
El desuso del conocimiento generado en nuestras instituciones de investigación tiene varias explicaciones. El extremo optimista tiene que ver con lo poco atractivo que resulta el largo periodo de retorno del capital invertido en la investigación. Otro punto de vista muestra que la escasez de usuarios de ciencia y nueva tecnología se debe al nivel educativo de los usuarios potenciales, incluido el propio patrocinador gubernamental, o bien al bajo nivel emprendedor de ambos.

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Publicado: 2020-02-06